
Dra. Fabiola Bianco
Presidenta del Tribunal de Cuentas de Misiones
Para el presente año 2025, la Organización de las Naciones Unidas centró su lema en el empoderamiento de las mujeres y niñas en toda su diversidad. Paralelamente, en este año también se conmemoran 30 años de la Declaración y Plataforma de Beijin, suscripta en 1995 por líderes de 189 países.
Este documento que proponía una hoja de ruta para alcanzar la igualdad de derechos para las mujeres y niñas, es una referencia imprescindible en la orientación de la lucha mundial contra las restricciones y los obstáculos al empoderamiento de las mujeres en todo el mundo.
En estos 30 años hemos dado pasos trascendentes, pero llamativamente el lema elegido por la ONU me crea incertidumbre, me desconcierta en tanto lo interpreto en el contexto de un panorama global/mundial de definiciones políticas que en su contenido, algunas, ponen en duda la agenda de género.
Nos empoderamos, si, pero… ¿que implica tener el poder?
Me inclino a que la mirada sea la de “poder hacer”, es decir la capacidad de influir en mí misma.
En ese sentido, somos permanentemente interpeladas para expresar y ser responsables del “para que” vamos a utilizar nuestro poder. El dilema, entonces, es lo usamos desde el lugar de mera supervivencia funcionado en “modo lucha” o tomamos la decisión de poner el poder al servicio de un proyecto cooperativo, de crecimiento y desarrollo propio, de las personas que nos rodean y de nuestra comunidad.
Este contexto actual me hizo reflexionar profundamente, sobre mi misma, mis formas, mis valores, mis creencias, mis emociones y principalmente la orientación de mis conductas, alterando algunos conceptos que pretendo plasmar aquí, y que me inspiran a trabajar en positivo.
Para este Día de la Mujer, el primer desafío fue la búsqueda del mensaje correcto, asertivo, inspirador, movilizante y actual. Entonces leí (“paper” de una mujer empoderada y sobre todo de amor) que la vida valiosa es la que adquirimos cuando aprendemos a “andar despiertas”.
Tal vez entonces ese mensaje tenga que ver con el aprendizaje de “andar despiertas”, soltando luchas innecesarias contra el otro, y con comprometernos a lograr una vida plena de significados en la cual el otro forme parte, en la disidencia o en la coincidencia. Quiero mirar siempre compasivamente al otro, no ya desde la lucha sino desde la oportunidad de poder construir un encuentro y una resonancia constructiva personal.
Es necesario rodearse no solo de mujeres, sino más bien de personas empoderadas para crear, para crecer, para aportar. El crecimiento de una niña hacia una mujer empoderada puede darse activando la empatía, el conocimiento, la cooperación. La esencia femenina es poderosa, es la que activa nuestra receptividad, intuición, la sabiduría de evolución instintiva, la creación de vida, la conexión con los ciclos de vida, la que proporciona estabilidad y equilibrio que permite generar y sostener vida. Somos todo esto y mucho más.
Tenemos que seguir recorriendo el camino juntas en la búsqueda de la construcción del bienestar personal y social. Queremos generar una disrupción en nuestras vidas, en nuestra forma de pensarnos, en nuestro rol social, y con nuestros aportes.
Pues, entonces, es nuestro compromiso “elevarnos”, no por encima de otros, sino a un lugar mejor de nosotras mismas. Justamente nuestra contribución siempre ha sido la determinación, el coraje, la conciencia y, fundamentalmente, el amor.
Otra reflexión para este día especial, tiene que ver con el ejercicio de nuestra libertad, dejando de lado simplificaciones sobre nuestra condición de “libres”.
La seguridad y la confianza en nosotras mismas no puede tener basamento en agentes externos. Nuestra libertad existe y la ejercemos con plenitud cuando a nuestro espacio de pertenencia lo reconocemos y aceptamos, en tanto nos aceptamos más allá de lo que los otros piensen y sobre todo cuando podemos construirnos y constituirnos en nosotras mismas, mas allá de nuestras propias limitaciones y atravesando nuestros miedos.
Somos creadoras de nuestra realidad diaria, reconocemos nuestra verdadera soberanía cuando fundamos nuestra propia vida, nos liberamos de los mandatos sociales porque podemos elegir nuestro propio camino.
Tengo la convicción que sí hay generaciones posteriores que tienen una agenda de género más innovadora a partir de haber asimilado determinados derechos que ejercen con plena libertad. Miran para adelante y poco o nada les importa desenrollar el pasado o intelectualizar demasiado el cómo llegamos hasta acá.
Sin duda alguna la libertad entendida desde el estado del ser, requiere valentía y coraje, no para enfrentarnos con otros, sino para crecer y elevar nuestro estado de entendimiento y conciencia individual y social.
En esta época de nuestra historia, necesitamos consagrar esta práctica colectiva y cooperativa considerando a todas las mujeres que se encuentran atrapadas en circuitos de miedo, oprimidas externa o internamente.
Que estas mujeres, como nosotras, puedan alzar su voz diciendo “Soy libre, tengo soberanía sobre mí, puedo cambiar y a partir de mí, cambiaré las estructuras sociales y simbólicas que sostengan polaridades, asimetrías o comparaciones infructuosas. Yo decido hoy para mi atravesar el miedo”.